viernes, 19 de marzo de 2010

Mi buhito y yo


Fue un sábado, ya era casi mediodía y todos nos marchábamos a casa luego de disfrutar nuestra semanal mañana en la Unidad de Cría del zoológico.

La veterinaria me dijo, no te podrías llevar este búho, está muy mal y necesita cuidados especiales, no come solo.   Traté  de que mi voz pareciera normal, sí  lo llevo y lo voy a cuidar, pero por adentro era una explosión de alegría.

Tapamos la jaula, la puse en el auto, la ajusté bien y volví a casa con el buhito.

Al principio nos mirábamos con recelo, no quería comer así que a la fuerza le iba dando pedacitos de carne, estaba desnutrido y tenía una antigua fractura mal soldada. No se qué desalmado lo tiró en el zoológico pero gracias a él o ella,  yo me sentía en el cielo.

Fue mejorando, muy despacio, no dejaba pasar ninguna medicina.  Empezó a emitir unos gritos, y yo le silbaba y contestaba.

Fui aprendiendo a conocer su comportamiento, de mañana estaba muerto de hambre, y claro  son de hábito nocturno, así que me levantaba y corría a darle de comer.  A veces si me demoraba  me recibía con las alas abiertas y muy enojado, como reprendiéndome la demora.
Luego por largo rato daba vuelta su cabeza cuando le hablaba.

Una noche ya se durmió en el palo de la jaula, porque con la patita lastimada le costaba trabajo moverse.  A la mañana siguiente estaba como el primer día, un montoncito de plumas acostado en el piso de la jaula. Hasta ahora me pregunto que habrá pasado.

Y comenzamos de nuevo, con la carne en el pico y estimulándola la patita. Esta vez le costaba más moverse, le puse un juguete de peluche y ahí se paraba como podía. Estaba  atento a cualquier ruido y si entraba alguno de los perros no le sacaba sus ojos de encima.

Era una mirada intensa, profunda, casi agresiva que resultaba tierna. Cuando lo sacaba de la jaula,  le gustaban las caricias debajo del pico, se iba durmiendo, podía quedarse así  pero se me dormían los dedos a mi también.

Cada día era una sorpresa,  estaba mejor y al siguiente más alicaído y el término aquí es literal.

Siempre a mi lado al lado de la computadora, cuando pasaba mucho tiempo sin que hiciera nada le silbaba y me respondía.

Una mañana como todas las que compartimos ese mes, le llevé la comida, ahora le cortaba tiritas muy finas de carne, comió una con mucha hambre pero no quiso más.

No le puse nombre, lo llamaba de mil formas, pero sabía que no era mío y que debía volver al zoo.  Me preocupaba porque dudaba de que pudiera valerse por sí mismo y compartir una jaula con otros de su especie. También pensé en quedármelo. Bueno todo sería a su tiempo.

Esa mañana lo noté más quieto, me costó darle sus remedios, y lo poco que pasaba lo escupía.
A mediodía ya no quiso comer, y no sé, pero no intenté forzarlo, creo que lo presentía.
Si le silbaba me respondía tan bajito que casi no lo escuchaba.

Un rato más tarde lo saqué de la jaula, su respiración era agitada y lenta por momentos, lo que si sabía es que era distinta. Me quedé con el acariciándolo. Noté algo raro y me acerque más a la luz, sus pupilas se habían dilatado tanto que sus ojos eran dos agujeros negros, habían perdido la ternura. Lo seguí acariciando mientras mis lágrimas lo mojaban, te voy a dar de comer toda tu vida aunque no puedas caminar fuerza buhito….. pero cerró las garras y su cabeza se apoyó en mi mano.  

Mi buhito y yo compartimos casi un mes, yo traté de que mejorara, e hice todo lo que pude. Pero el me dio mucho, muchísimo más. Me dio una lección de vida, de devolver el cariño y el cuidado, de lucha por sobrevivir y de saber aceptar cuando ya no se puede más, porque estoy segura que mi buhito se dejó morir, sabiendo que había perdido la batalla.

Por supuesto que estoy llorando mientras escribo esto para el blog que compartimos con mi queridísima amiga,  pero a la vez que dolor siento la alegría de que mi camino se haya cruzado con ese buhito que me llenó el corazón de plumas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues nada mas felicitarte por no dejarte vencer en salvar al buho, yo tuve una esperiencia similar de parte del gobierno me entregaron un buho moteado mexicano de 1 mes de nacido, fueron semanas desvelandose para que no se pasara su hora de comida, aprendio a volar, y come solo, hoy tiene 4 años y estoy feliz de que es un adulto feliz.