domingo, 29 de mayo de 2011

Paraguay: buscan evitar la extinción del papagayo azul

Corría el año 2003 o 2004, y cerca del Centro Cultural Paraguayo Japonés una comitiva fiscal policial decidió allanar una vivienda que –de acuerdo a los datos que se manejaban– pertenecía a un supuesto asaltante.

Grande fue la sorpresa cuando los intervinientes recorrieron el lugar y encontraron primero un ñandú, luego un halcón y, finalmente, un papagayo. Pero no cualquier papagayo, sino uno con el plumaje enteramente azul. Pronto se descubriría que el animal pertenece a la especie Anodorhynchus hyacinthinus.
“Era casi un zoológico”, recuerda el agente del Ministerio Público, fiscal Ricardo Merlo, al detallar el procedimiento que culminó con el rescate de todos los animales que precisamente no estaban en su hábitat natural.

El tiempo pasó, y ya lejos de los traficantes ilegales, quedaba una materia pendiente: encontrar un lugar que pueda garantizar el bienestar de los tres animales. Alguien o algún ente que les dé cuidados y, por sobre todo, no los vendan.  

Fue así que una orden judicial dispuso que el destino ideal del papagayo azul sea el Jardín Botánico y Zoológico de Asunción.

En peligro
También conocido como “Jacinto”, el papagayo azul es el loro más grande del mundo, tanto que puede sobrepasar el metro de longitud. Se destaca también porque hasta unos 80 años en el vasto bosque del Amazonas, el norte argentino y ciertas zonas de Centroamérica, donde se alimenta de frutas y semillas.

Sin embargo, la longevidad del “gua’a hovy” tiene –en la mayoría de los casos– como única enemiga, la mano del hombre: la misma que posibilita la deforestación, la destrucción de su hábitat y su tráfico ilegal. 


Amazonas, lugar donde aún viven los jacintos. Fuente: www.resortbrasil.com
Es por ello que a nivel internacional es protegida la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres.

En nuestro país, si bien puede ser ubicada en la región Oriental y Occidental, es considerada una especie en peligro de extinción crítico.

Un nuevo hogar
Luego de llegar, el papagayo no solo recibió los primeros cuidados médicos, sino también un nombre: Coco.

Día tras día, su color sin igual y el hecho de ser el único en su especie en todo el zoo capitalino le valieron el cariño de los visitantes y los profesionales de la Unidad de Cría.

Sin embargo, al poco tiempo de su estadía, “Coco” sufrió una neumonía que lo afectó al punto de comprometer su vida. Pero la asistencia médica oportuna e integral fue suficiente para vencer la enfermedad.

Secuestro en pleno zoológico
El área de resguardo estaba vacía: Coco había desaparecido, al igual que Pancha, una guacamaya roja. Los primeros reportes indicaban que desconocidos ingresaron a la zona y cautelosamente secuestraron a ambas aves.

Tras una intensa búsqueda, la historia terminó de la manera esperada: Coco y Pancha aparecieron sanos y salvos en la zona de Limpio.

Una pareja de por vida
Desde aquel entonces, el papagayo azul –de aproximadamente nueve años– tiene su propio espacio y recibe todos los cuidados médicos requeridos para un ave de su especie. Pero ni el sitio ni la asistencia bastan para curar su soledad.

Sin una pareja estable y eterna –a lo que están acostumbrados los Jacintos–; Coco no puede procrear y garantizar de esa manera la conservación de su especie.



Motivadas por este único objetivo, las autoridades del zoológico emprenden la campaña “Coco tiene casa y busca novia”.

“Tenemos todo un proyecto, y un equipo de trabajo. Coco necesita una pareja”, expresa el director del Zoológico Carlos Miranda, quien insta a la ciudadanía tanto del Paraguay o de cualquier país del mundo a ayudar a encontrar una pareja para el papagayo.

Un plan integral

El inicio de la campaña a favor de Coco también implica el análisis de cada detalle de su reproducción.

“Los papagayos, como Coco, la mayoría son monógamos y forman pareja de por vida con un solo individuo. Por eso, cuando fue cuidado por seres humanos, ya prácticamente creó una preferencia hacia la persona que le cuidó en cautividad, a quien considera su pareja. (…) Si le ponemos una hembra, lo más probable es que la rechace o no se reproduzca nunca porque tuvo a un humano que le cuidó y entonces se crea un vínculo que hay que romper”, comenta el doctor Carlos Britos, ex director general de Protección y Conservación de la Biodiversidad de la Seam, actual asesor del ministro de la misma cartera y quien le puso el nombre a “Coco”.

Antes de la procreación, la eventual pareja debe ser sometida a una serie de estudios e incluso debe estar más sana que el macho.

“Hay que ver si no tiene parásitos o alguna enfermedad. (…) Se tienen que hacer estudios de sangre para ver sus hormonas reproductivas. (…) Eso dura un mes y medio de análisis y en un determinado tiempo se le presenta a su novio”, acota.

La reproducción: ¿Con qué finalidad?
 
Britos destaca que la campaña “Coco tiene casa y busca novia” es loable, pero exhorta a que todo el proceso se realice bajo estrictos parámetros científicos.


“Cualquier programa de reproducción en cautiverio de especies en peligro de extinción tiene que ser dentro de algo escrito y con rigor científico para que las crías sean devueltas a la naturaleza, porque de eso se trata la conservación. (…) No tiene sentido tener a un papagayo, desde el punto de vista ecológico, para vivir y morir en cautiverio. (…) ¿Para qué reproducir si van a seguir viviendo en cautividad. No es un logro eso (…) La reproducción no significa que la especie deje de estar amenazada de extinción, implica un trabajo a largo plazo”, comenta al tiempo de recordar los ejemplos de reproducción del cóndor en Argentina, Chile y Perú que culminaron con la restitución de las aves a su hábitat natural.
  El punto de vista es compartido por Cristina Morales, coordinadora del Programa de Conservación de Especies de Guyra Paraguay.

“Lleva su tiempo seleccionar a la pareja y no solo porque le pongas a una hembra se va a reproducir. (…) Siempre se tiene un objetivo de repoblamiento a largo plazo. Pero no se puede soltar –la cría- en cualquier lugar hay que hacer una adaptación y concienciación con la gente de la zona. Lo ideal sería en un área protegida o donde estuvo anteriormente”, dice.